jueves, 25 de julio de 2013

Manlio Fabio Casarín "El León" que no es como lo pintan.

Rafael Durian
Crónica Acida

"A partir de ahora, juntos vamos a hacer que nuestra facultad cambie..." ese fue el mensaje que un joven lúcido y perfectamente bien vestido llevó a la deteriorada aula de la facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana hace aproximadamente seis años.
Era el segundo semestre, pasadas las siete de la mañana en clase de un catedrático "ojo alegre". Su clase fue interrumpida por un incesante ¡Toc toc! que precedió la entrada del, para ese entonces, flamante director de la facultad, Manlio Fabio Casarín León. Su nombre pesaba y el conocimiento en las leyes contrastaba con la juventud y la interminable sonrisa que siempre emitía.
Estas características, considero, le dieron una enorme ventaja dentro de la elección a director y dentro de la aceptación de los diferentes grupos de maestros de la facultad, divididos en aquellos años en dos grupos: los decanos, que eran maestros de elevada edad y conocimiento, con un plan de clase forjado con base en la experiencia y la práctica; consideraban una prioridad el mantener el status del abogado y siempre manifestando un descontento hacia el nuevo Modelo Integral Flexible que desde aquellos momento apuntaba hacia el fracaso.
El segundo grupo era formado por jóvenes abogados que conocían los nuevos avances en materia legal en todos los sentidos... investigadores de las ciencias jurídicas algunos de tiempo completo y otros dedicados completamente a la educación. Este segundo grupo consideraba a los primeros como arcaicos y por su parte, los primeros consideraban a los jóvenes como "chamacos", "acomodados" e "inexpertos". Sin embargo, todos demostraban educación en pasillos y entre clase pero ningún alumno conocía lo que pasaba durante el "cónclave" para elegir al nuevo director.
Sobran decir las condiciones en las que recibió la facultad de Derecho, que por aquellos tiempos parecía una escuela práctica de derecho penitenciario. Por ejemplo, había una gotera recurrente en un piso intermedio. Algo raro pero no imposible: el aula por ende, guardaba mucha humedad que gracias al tiempo y falta de mantenimiento, hizo una mancha con una variedad de tonalidades verdes que repararon luego de que algunos alumnos enfermaron de manera colectiva.
Pero retomando nuevamente la clase en que se presentó Manlio, recuerdo que después de emitir el esperanzador eslogan, nos dijo: "las puertas de la dirección siempre estarán abiertas para recibir sus dudas, y las quejas del personal que incumpla con su deber, incluso, si alguien se les queda viendo de más a las alumnas o alumnos", hecho que contagió de una incontrolable tos al catedrático en turno y de una prolongada carcajada al alumnado.
Era común verlo en los pasillos a veces solo y otras acompañado, siempre saludando, incluso cuando en uno de esos recorridos de la Semana del Estudiante, hubo un altercado entre las facultades de Derecho y de Ingeniería que orilló a que un ciento de "estudiantes" de ingeniería, armados rudimentariamente, atacaran la facultad de Derecho y algunos vehículos con bates, piedras, aerosoles y alimento en descomposición, causando destrozos. Justamente en medio de la turba y el "gritadero", descendía en la entrada principal el Director de la facultad, solamente acompañado del consejero alumno y dos catedráticos. Al atravesar, la multitud con la frente en alto, pedía permiso a los detractores y emitía un gesto forzado hacia aquéllos que cubrían con pasamontañas y paliacates su rostro. Se escuchó el comentario en voz alta: "es el Director de la Facultad", frase que desvaneció el movimiento y condujo a los "pseudoestudiantes" de regreso a su facultad, hecho que en ningún momento interrumpió el rumbo de Manlio hacia el diálogo con el director de Ingeniería.
Recuerdo perfectamente la última vez que vi a Manlio Fabio, fue en una extenuante celebración de sábado santo. Digo "extenuante" porque habrá tardado cerca de tres horas y media, en sábado y por la noche. El estaba junto a su familia en la primera fila de la parroquia y yo mirándolo de vez en cuando, noté su estoico carácter durante la agotadora misa. Casi al terminar, una señora que estaba cerca de mí me dijo: ¿usted conoce a ese Joven?, yo le dije sí, de la Universidad. A lo que ella respondió: yo recuerdo cuando cantaba y tocaba la guitarra. Otra cosa que yo no sabía del Doctor Manlio Fabio Casarín León